La presión de perfusión coronaria suele ser más elevada que la presión en el seno coronario; el que el componente distal de la presión de perfusión coronaria sea más elevada que la presión en el territorio venoso correspondiente es una particularidad del miocardio con respecto a otros órganos.
La presión efectiva distal se incrementa del subepicardio al subendocardio cuando aumentan el tono vasomotor y la presión telediastólica ventricular izquierda. El miocardio normal exhibe capacidad de autorregulación, entendiendo como tal el mantenimiento del flujo coronario constante para un amplio abanico de presiones de perfusión. La diferencia entre el flujo basal y el máximo potencial constituye la reserva coronaria.
Por debajo de un determinado valor de componente proximal de la presión de perfusión, el flujo coronario cesa; a este valor se le denomina PF = 0, o presión para flujo cero. La reducción de la presión diastólica aórtica, como sucede en la insuficiencia aórtica severa, las fístulas arteriovenosas, la fiebre, etc. contribuyen a reducir la capacidad de reserva coronaria y pueden favorecer o precipitar el desarrollo de angina.
Del mismo modo, la elevación de la presión telediastólica aórtica, debida a aumento del volumen telediastólico ventricular o a mala distensibilidad miocárdica, puede disminuir la presión de perfusión coronaria. A su vez, la isquemia miocárdica y otras situaciones como la hipertrofia miocárdica (que sigue a una sobrecarga de presión o a la insuficiencia cardiaca), pueden retrasar la relajación ventricular izquierda, lo que mantiene anormalmente elevada la presión diastólica ventricular y compromete aún más la presión de perfusión.