La insuficiencia tricúspide es más frecuente que la estenosis. Puede ser de etiología reumática, por afectación directa de la válvula por el proceso inflamatorio -y en este caso con frecuencia se acompaña de estenosis tricúspide- o secundaria a sobrecarga y dilatación del ventrículo derecho por afectación reumática valvular mitral. Es claro que cualquier proceso que produzca sobrecarga y dilatación del ventrículo derecho (hipertensión pulmonar, infarto del ventrículo derecho, etc.) puede también producir regurgitación tricúspide. Otras etiologías son el síndrome carcinoide y la endocarditis derecha, entidad creciente en los adictos a drogas por vía parenteral.
Las manifestaciones clínicas son las de la insuficiencia cardiaca de lado derecho; la auscultación detecta un soplo sistólico tricuspídeo que aumenta con la inspiración. El ECG no suele ser muy revelador, la radiografía de tórax muestra dilatación de las cavidades derechas y el diagnóstico cualitativo y cuantitativo se hace mediante ecocardiografía Doppler.
La presencia de regurgitación tricúspide permite calcular mediante Doppler la presión sistólica del ventrículo derecho que, en ausencia de obstrucción valvular pulmonar, nos da la presión pulmonar. Para ello se calcula, a partir del flujo de regurgitación entre ventrículo y aurícula, el gradiente de presión entre estas dos cámaras. Restándole la presión auricular -que podemos calcular mediante exploración del pulso venoso yugular- obtendremos la presión sistólica de VD.
El tratamiento médico se basa en digital, diuréticos y restricción de sal y, por supuesto, en la corrección de la causa que sobrecarga el ventrículo derecho cuando la insuficiencia es funcional. La corrección quirúrgica sólo se plantea, en el caso de la insuficiencia tricúspide reumática, cuando se indica la cirugía por las otras valvulopatías acompañantes, en esencia la estenosis mitral.
En muchos casos la corrección de la estenosis mitral mejora la regurgitación tricúspide; en otros es preciso recurrir a técnicas reparadoras que reducen la circunferencia del anillo tricúspide, plegándolo o empleando un anillo artificial de soporte, o, en casos extremos, a implantación de una prótesis valvular.
En el caso de los drogadictos se ha empleado la escisión de la válvula tricúspide infectada sin reemplazo valvular, por el elevado riesgo de reinfección de la prótesis, procediéndose a implantar una prótesis valvular en un segundo tiempo, unos meses después de haber controlado la infección.
Una de las dificultades tradicionales de la cardiología ha sido la valoración de la función del ventrículo derecho. Existen diversos métodos para calcular la función ventricular izquierda; el más empleado es la fracción de eyección, que nos informa sobre la función sistólica de esta cámara, y que se basa en la asunción geométrica de que el ventrículo izquierdo tiene forma de elipsoide de revolución. Pero la geometría del ventrículo derecho es completamente irregular, y nos impide hacer ese tipo de asunciones. Sin embargo, conocer la indemnidad o no de la función del ventrículo derecho es de suma importancia, entre otras cosas, para evaluar el riesgo quirúrgico y postquirúrgico de cualquier intervención cardíaca. En la actualidad se emplea el desplazamiento sistólico del plano del anillo tricuspídeo (tricuspid annulus plane systolic excursion [TAPSE]) medido mediante ecocardiografía. Los valores normales son superiores a 20 mm, considerándose que valores por debajo de 16 indican la presencia de disfunción sistólica significativa.