Los agentes antiagregantes plaquetarios, como la aspirina y el clopidogrel, han demostrado ser útiles en el tratamiento de la cardiopatía isquémica. Un estudio demostró que la administración precoz de una dosis baja de aspirina podía reducir la mortalidad de pacientes con sospecha de infarto agudo de miocardio en un 25 %, la misma cuantía que los agentes trombolíticos.
Los fármacos fibrinolíticos favorecen la lisis de la fibrina, disolviendo el trombo, y han demostrado ser útiles en los primeros momentos de un infarto de miocardio, pues consiguen una repercusión precoz capaz de salvar el miocardio viable y reducen la mortalidad.