La miocardiopatía isquémica no debería ser considerada, stricto sensu, una miocardiopatía, pero en ocasiones la cardiopatía isquémica se manifiesta en forma de MCD, lo que obliga a establecer el diagnóstico diferencial. La causa de la depresión de la función ventricular es la presencia de necrosis miocárdicas extensas o repetidas, aunque en otros casos se trata de zonas amplias de miocardio hibernado isquémico que puede recuperar su capacidad contráctil tras la adecuada revascularización.
Por lo general suelen existir antecedentes clínicos de episodios coronarios agudos o angina, aunque la clínica puramente isquémica puede ser silente, lo que sucede con mayor frecuencia en diabéticos, que tienen afectación vascular coronaria difusa con circulación colateral abundante. En estos casos es clave detectar si el miocardio no contráctil es necrótico o aún viable, para lo que pueden emplearse diversas técnicas (eco-dobutamina, gammagrafía cardiaca, tomografía por emisión de positrones). La revascularización por medios percutáneos (angioplastia-stent) o quirúrgicos suele traducirse en mejoría de la contractilidad.