El prolapso mitral es una anomalía en la que una o las dos valvas penetran parcialmente en la aurícula izquierda, sobrepasando el plano valvular, en sístole. La mayor parte de las veces se debe a alteraciones estructurales de la válvula, con degeneración mixoide y mayor o menor grado de redundancia de tejido. Suele afectar a personas jóvenes, en mayor medida del sexo femenino, y de hábito asténico. La sintomatología está ausente, o consiste en palpitaciones, dolor torácico casi siempre atípico y, cuando es severo, los correspondientes a insuficiencia mitral.
En algunos casos puede haber episodios embólicos cerebrales, y el riesgo de endocarditis bacteriana es mayor. La exploración física típica consiste en un chasquido en mitad de la sístole, seguido de un soplo telesistólico a la auscultación cardiaca. El chasquido se produce cuando se tensa la valva prolapsante; a partir de entonces se produce un cierto grado de regurgitación mitral que origina el soplo. Las maniobras que reducen el tamaño del ventrículo -como poner al paciente de pie- aumentan la duración del soplo y hacen más precoz el chasquido, ya que la válvula prolapsa antes. El ECG es anodino, aunque pueden aparecer alteraciones inespecíficas de repolarización, sobre todo en la cara diafragmática. El diagnóstico es ecocardiográfico. Habitualmente no requiere tratamiento; si hay palpitaciones pueden emplearse betabloqueantes.
En casos severos puede administrarse aspirina para prevenir eventos embólicos; y siempre debe recomendarse profilaxis de la endocarditis bacteriana. Si el prolapso progresa hacia insuficiencia mitral, se manejará según las recomendaciones comentadas anteriormente.
Recuerde que el prolapso valvular mitral es una enfermedad altamente prevalente y, por lo general, benigna: no produce síntomas o éstos son leves. Debe ponerse énfasis en tranquilizar al enfermo que lo padece para no convertir a una persona relativamente sana en un «enfermo».