El colesterol, del cual existen diversas fracciones, es un elemento esencial que interviene en una serie de procesos clave de nuestro organismo; pero cuando se encuentra en exceso desempeña un papel decisivo en la formación de las placas que obstruyen las arterias coronarias. Además, hoy por hoy nos resulta difícil establecer cuál es el límite deseable que deberíamos alcanzar, pues –al menos en las personas que ya han padecido un infarto– cuanto más bajo consigamos mantenerlo, mejor es el pronóstico posterior. Por fortuna, hoy disponemos de medios farmacológicos muy potentes y seguros que permiten conseguir resultados espectaculares; pero, al igual que sucede con la tensión arterial, la dieta, el ejercicio y evitar el sobrepeso resultan fundamentales. Esto es aún más importante si tenemos en cuenta el llamado colesterol bueno. Como se ha dicho antes, existen distintas fracciones de colesterol, y una de ellas, el colesterol ligado a lipoproteínas de alta densidad, o colesterol HDL, ejerce un efecto protector sobre las arterias. Hay ciertas personas cuyo principal factor de riesgo es, precisamente, el que ese colesterol bueno se encuentra bajo; y, aunque existen fármacos eficaces para elevar sus cifras, una de las medidas más adecuadas para conseguir este objetivo es el ejercicio físico.
Estudios genéticos, patológicos, observacionales y de intervención han establecido de forma clara el papel crucial de la dislipemia, en especial la hipercolesterolemia, en el desarrollo de la enfermedad cardiovascular. En el plasma los lípidos se encuentran unidos a diversas proteínas (apoproteinas) para formar lipoproteínas. El colesterol, unido a lipoproteínas de alta densidad (HDL), no solo no causa aterosclerosis, sino que tiene propiedades antiaterogénicas. Por el contrario, el colesterol LDL es aterogénico, existiendo una amplia y gradual correlación entre LDL colesterol y el riesgo de enfermedad CV. Esta asociación se cumple tanto en pacientes con enfermedad CV previa como sin ella. Los ensayos clínicos, fundamentalmente con estatinas, muestran que por cada reducción de 1 mmol/L (38,6 mg/dL) de colesterol LDL, se consigue una reducción de un 20-25 % de mortalidad y eventos CV. La hipertrigliceridemia es también un factor de riesgo CV, aunque la asociación es menos clara que con el LDL; en particular el patrón de triglicéridos elevados y HDL bajo (menos de 40 mg/dL en hombres y de 45 en mueres), común en la diabetes, comporta un elevado riesgo de enfermedad CV.
Recomendaciones sobre control lipídico, según las Guías sobre Prevención de la Sociedad Europea de Cardiología, adaptadas por la Sociedad Española de Cardiología