La base de cualquier sistema sanitario, donde se define su calidad, radica en la atención primaria. Es cierto que los complejos, a veces espectaculares tratamientos que se llevan a cabo en los hospitales, son los que captan la atención del gran público; pero no hay que olvidar que los pacientes con patologías frecuentes, pero no severas, e incluso los enfermos crónicos afectos de –por ejemplo– patologías cardiovasculares solo están en contacto con la medicina hospitalaria durante breves períodos de tiempo, y aun así de forma episódica. El día a día de sus padecimientos, año tras año, está a cargo de los médicos de familia.
Por fortuna, en España la Medicina de Familia cuenta con un proceso de formación, dentro del sistema MIR, que garantiza su elevado nivel; pero a veces esto es poco reconocido por el gran público. Los datos, sin embargo, son muy reveladores. Entre 1988 y 2005 la mortalidad por cardiopatía isquémica en España se redujo en un 40%; pues bien, el tratamiento hospitalario de la fase aguda, incluyendo angioplastias, stents, cirugía, implantación de dispositivos, etc. contribuyó solo en un 10% a esa reducción. ¿El resto? La mitad es atribuible a una mejoría en los hábitos de vida de la población; un 10% a la prevención primaria y otro tanto a la secundaria. Y estos son los campos en que la atención primaria juega un papel clave. A César lo que es del César...
Referencia: Flores-Mateo G, et al. Rev Esp Cardiol. 2011;64(11):988–996
Eduardo de Teresa es Catedrático Emérito de Cardiología, Universidad de Málaga. Director de la Cátedra de Terapias Avanzadas en Terapia Cardiovascular de la Universidad de Málaga.