La reciente pandemia de coronavirus está suponiendo una tremenda carga de muertes a nivel mundial, ante lo cual los países afectados se han apresurado a poner todos los medios a su alcance para limitar su impacto. Y si esto ha sido así se debe, en gran parte, a que es algo que nos toca muy de cerca, sin respetar ni a los países más desarrollados.
Ahora bien, hay otras pandemias ocultas y lejanas que contemplamos con cierta indiferencia, cuya solución, o al menos atenuación, estaría más a nuestro alcance. Según distintas organizaciones (OMS, ACNUR, UNICEF) 8500 niños mueren diariamente de desnutrición, y se estima que en 2017 murieron 6,3 millones de niños menores de 15 años por causas, en su mayoría prevenibles. Aunque, claro, eso sucede en lugares que nos son remotos y, por tanto, parece que no vaya con nosotros…
Quizá esta pandemia sea una buena oportunidad para darnos cuenta de que, una vez que pase, la corriente de solidaridad y esfuerzo que se ha generado para evitar tantas muertes prematuras debería orientarse hacia la prevención de otras muertes, más prematuras aún, puesto que se ceban en la infancia, sin que para ello se necesite alta y complicada tecnología; solo la conciencia de que en este pequeño mundo todos somos hermanos.
Eduardo de Teresa es Catedrático Emérito de Cardiología, Universidad de Málaga. Director de la Cátedra de Terapias Avanzadas en Terapia Cardiovascular de la Universidad de Málaga.