Los sanitarios en general, y los médicos en particular, han tenido un papel protagonista en la pandemia, y, en consecuencia, una presencia destacada en los medios de comunicación. Pero, en ocasiones, los mensajes implícitos no eran demasiado positivos.
Muchos de los médicos entrevistados se quejaban de turnos interminables, falta de protección, limitación de medios e, incluso, escasa compensación económica. Todo ello, unido al mayor riesgo de contagiarse y de morir (112 médicos han muerto en España de coronavirus en el último año) parece que no transmite un mensaje atractivo hacia los estudiantes de secundaria que deben decidir a qué dedicarse en el futuro.
Y, sin embargo, la demanda para estudiar Medicina en España pasó de 44 589 solicitudes en el curso académico 2019/2020 a 64 164 en el 2020/2021, un incremento del 44 %.
Este es un dato tremendamente esperanzador. Nuestros jóvenes, pese a los riesgos, dificultades y exigencias de la profesión, se ven atraídos por los aspectos más solidarios, de ayuda a los demás y de servicio público que forman parte de lo más valioso de la Medicina. Por desgracia, muchos de estos estudiantes ven frustradas sus esperanzas cuando se enfrentan a la realidad de la práctica médica; pero no porque experimenten en sí mismos las dificultades teóricas que hemos mencionado, sino porque la práctica médica se ve abocada a una progresiva deshumanización que sustrae a su ejercicio su mejor y más gratificante componente.
Es obligación de todos tomar conciencia de este hecho puesto que, si no frenamos esa corriente hacia la pérdida de los aspectos humanos en la relación médico-paciente, no solo veremos frustradas las expectativas de nuestros futuros médicos, sino que, sobre todo, estaremos negando a nuestros pacientes lo que, en gran medida, esperan de nosotros.
Eduardo de Teresa es Catedrático Emérito de Cardiología, Universidad de Málaga. Director de la Cátedra de Terapias Avanzadas en Terapia Cardiovascular de la Universidad de Málaga.