Entre las novedades presentadas en el recientemente finalizado congreso del American College of Cardiology, que ha tenido lugar en Washington DC, se encuentran los esperados resultados del estudio FOURIER, que se han publicado de forma simultánea en The New England of Medicine.
Aunque previamente se había anunciado que los resultados eran positivos, no lo han sido tanto como se esperaba. Tras incluir a más de 27.000 pacientes con patología cardiovascular previa y seguirlos durante una media de 26 meses, se consiguió reducir los niveles de LDL desde una media de alrededor de 90 mg/dL a 30 mg/dL. El evolocumab redujo la variable de resultados primaria compuesta de muerte cardiovascular, infarto de miocardio, ictus, hospitalización por angina inestable o revascularización coronaria de un 11.3% a un 9.8% (hazard ratio, 0.85; 95% CI, 0.79 to 0.92; P<0.001). Pero no hubo diferencia alguna en la mortalidad ni en las hospitalizaciones. De hecho las reducciones se observaron en el infarto de miocardio (de 4.6% a 3.4%) y en el ictus (de 1.9 a 1.5). ¿Qué quiere decir esto? Con las actuales definiciones de infarto de miocardio, quién sabe. Si basta una ligera elevación de troponinas para etiquetar a alguien de infarto, no es de extrañar que un aumento de esta antiguamente importante enfermedad no se traduzca en más muertes o más hospitalizaciones. Eso sí, el precio del medicamento (diez veces más que el del tratamiento convencional con estatinas) permitía esperar algo más.
En resumen:
Se puede bajar el colesterol más todavía sin que pase nada malo (no hemos encontrado el límite donde se inicia la curva en J, si es que lo hay).
Pese a la reducción tan marcada de LDL, el beneficio es modesto; y no hay beneficio en mortalidad u hospitalizaciones.
El evolocumab es bien tolerado.
¿Está justificado emplearlo, dado el precio? Se admiten opiniones.